Los limpiadores de Internet: mantener la reputación en la red

Casi todos tenemos alguna foto, algún video que desearíamos que desapareciera de nuestros recuerdos y, por supuesto, de Internet. Especialmente cuando sabemos que cada vez es más frecuente que todos busquemos referencias en la Red antes de realizar un negocio, contratar a un colaborador... Pero ¿cómo podemos borrar esa información 'incómoda' y mantener limpia nuestra biografía virtual?

Los limpiadores de Internet: mantener la reputación en la red

Compartimos con vosotros un interesante artículo de Carlos Pérez E. 

Hace un par de años un informático, que prefiere mantener el anonimato, recibió una llamada desesperada. Una persona, que no le quiso dar su nombre, le preguntó si le podía ayudar “borrando cosas de internet”. El potencial cliente volvió a comunicarse un par de veces, hasta que a la cuarta llamada se identificó. El informático buscó su nombre en Google y vio que era un abogado y que los tres primeros resultados eran comentarios de personas quejándose de que el profesional los había estafado. El afectado alegaba que era todo falso, un montaje orquestado por su ex mujer, que ya no le llegaban clientes y que hasta los compañeros de curso de sus hijos habían visto esta información.

[...} Ahí me di cuenta de que esto era un muy buen negocio”, dice el informático que, a partir de ese momento, pasó de crear páginas web a dedicarse cada vez más, incluso con métodos bastante discutibles, al servicio de limpieza de información en Internet, es decir a preservar la reputación online o la forma en que aparece una persona en la Red, una imagen que el usuario no controla sino que se ve afectada por los contenidos que otros publican y por la manera en que buscadores como Google priorizan los resultados que muestran.

El anónimo informático no es el único experto que presta el servicio de limpieza. Uri Martinich, fundador de la agencia ROI, es el más conocido de los limpiadores virtuales. Partió en 2008 haciendo asesorías de posicionamiento en Internet (un procedimiento que se conoce como Search Engine Optimization, o SEO, y que apunta a mejorar la visibilidad de una empresa, contenido o persona en los buscadores) y desde 2010 recibe casos de reputación online. Muchas veces, este proceso implica eliminar o quitarles protagonismo a algunos contenidos. “[...] En general nuestro trabajo es hacer que las personas aparezcan en la web, no que desaparezcan, pero igual hemos hecho cosas con algunos clientes con mala imagen, tapando los resultados malos, aunque estos no desaparecen totalmente”, indica Daniel Guajardo, jefe de analítica web de Mentalidad Web, otra agencia del rubro.

Los casos de este tipo que reciben estas empresas son anónimos, por cláusula de contrato, y muy diversos: personas con una leyenda negra que las relaciona con política y corrupción, otros que han sido acusados de estafadores pese a que la justicia determinó que no lo eran o modelos o actrices incómodas por una foto que las desperfila. A ellos se suman famosos que quieren sacar las imágenes de sus hijos de Internet, empresas que en Google aparecen primero por sitios de reclamos que por su propio sitio web, un abogado con fotos fumando marihuana en una lejana juventud, tipos que se cambian de partido político y no quieren aparecer asociados con el anterior, colegialas que tienen como primer resultado de búsqueda comentarios sobre su sexualidad, o mujeres “funadas” por un ex despechado que decidió subir fotos o videos íntimos. Hay de todo en la villa del señor Google.

 

El viejo arte de desaparecer

Una de las claves para entender por qué esa foto vergonzosa insiste en aparecer en lo más alto de cada búsqueda está en la manera en que Google prioriza los resultados que muestra. El servicio usa un programa informático conocido como algoritmo, que se activa cuando un usuario pulsa Enter: en ese momento este software rastrea los más de 60 trillones de páginas, blogs y otros sitios individuales que hoy operan en internet. Durante el proceso, el servicio va generando un índice de sitios web que hoy ya suma más de 100 millones de gigabytes de información y cuya finalidad primordial es servir de catálogo para entregar los resultados más relevantes según 200 factores distintos.

Estos van desde el número de veces que un sitio se comparte en diversas plataformas hasta el número de comentarios que recibe y la presencia de videos de YouTube, subsidiaria de Google. Como se puede ver, al algoritmo de la empresa le gustan las páginas vivas y llenas de contenidos dinámicos, lo que explica que esa imagen sin mucha importancia, pero vergonzosa, que circuló por internet y generó todo tipo de reacciones siga apareciendo destacada. A esto hay que sumar otro factor clave: según un estudio de la consultora de sitios web Chitika, el 91,5 por ciento del tráfico en Internet surgido desde Google viene de los resultados que aparecen en la primera página.

Pero a pesar de que el servicio de “borrar” o “bajar” información de Internet es demandado, sacar de circulación una imagen o un comentario es muy difícil a menos que lo haga la propia persona que publicó el contenido. Guajardo explica que el primer recurso es simplemente escribirle a la página, servidor o usuario que subió la información para que la saque con el argumento de que es información que difama, veja o vulnera la privacidad de un tercero.

Si esto no funciona, las agencias optan por “borrar” información, aunque técnicamente lo que hacen es tirar debajo de la alfombra del buscador las noticias negativas. “[...] El manejo de reputación online consiste en colocar en los primeros lugares, básicamente en la primera página (de Google), resultados positivos, desplazando los negativos a las posteriores”, explica Martinich.

 

¿Cómo mejoran una biografía virtual?

Rellenando con información positiva o neutra. “[...} Le preguntamos a la persona quién es y nos dice, por ejemplo, ‘un experto en comercio internacional’. Entonces, se le arma una página web, su perfil en Linkedin, un artículo en una revista hablando de comercio internacional, un blog con artículos y alguna entrevista. Así armamos una imagen positiva y ranqueamos esos contenidos”, agrega Martinich. El trabajo demora entre tres meses y más de un año y es muy costoso.

Pese a esta oferta, Martinich no canta victoria: “[...] Si alguien te quiere investigar y está dispuesto a llegar a la tercera página (del buscador), algo te va a encontrar. Nosotros minimizamos la posibilidad de que la persona llegue a la segunda página entregando una muy buena primera”.

El informático (el que prefiere no dar su nombre) explica que muchos clientes no quieren sólo desplazar la información negativa al fondo del clóset de Google, sino que quieren que la borren del sitio de origen y le piden sencillamente que lo hackee. Se lo han pedido desde mujeres perjudicadas por un ex que subió fotos suyas –o trucadas para que parezcan de ella- en Facebook o Twitter hasta empresas que aparecen destacadas en sitios como Reclamos.cl. Él admite que en ambos casos vulneró los sistemas de seguridad para borrar fotos o entradas. “[...] En el hackeo no hay nada imposible. La mayoría de las veces las personas cuando notan que las hackeaste se asustan y no vuelven a subir la información o las fotos”, dice.

Evidentemente no se pueden esquivar las implicaciones éticas de estas acciones, no sólo por lo que significa violar un sistema informático, sino por la posibilidad de que, alguien con dinero, termine borrando antecedentes negativos o incluso criminales de su historial. Pero todos los entrevistados dicen que no trabajan ni para personas acusadas de abuso contra menores ni para estafadores. “[...] Nos llamó una vez un doctor que había sido condenado por pedofilia. Le dijimos ‘olvídalo’. Aunque técnicamente se puede hacer”, dice César Martínez, fundador de la agencia Maad, otra de las empresas que están en el rubro.

 

Que no se te olvide acordarte

Acoso, incitación al odio o la violencia, violencia gráfica o contenido sexualmente explícito. Esas son las razones que da Google para que los usuarios eleven solicitudes legales de retirada de contenido del buscador. Estas son revisadas por un equipo de la compañía tras lo cual los usuarios reciben una respuesta.

En Google prefieren no hablar sobre el tema. Pero, por ejemplo en Chile, según cifras de su página de transparencia, entre 2012 y junio del año pasado, oficinas gubernamentales chilenas (los datos de personas naturales no son publicados) solicitaron borrar 14 elementos entre resultados del buscador, apariciones en Google Imágenes, entradas de blogger y videos de YouTube. Fueron nueve peticiones, cuatro del Poder Judicial y cinco del Ejecutivo, de las cuales tres fueron acogidas. Para hacerse una idea, en ese lapso a nivel mundial llegaron hasta Google 19.541 solicitudes de distintos gobiernos.

Todo esto se enlaza con el llamado “derecho al olvido” que opera en Europa desde mayo de 2014, cuando un histórico fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (UE) le dio la razón al calígrafo español Mario Costeja y obligó a Google a sacar del buscador una noticia donde aparecía como deudor. Esto sentó el primer precedente sobre el derecho de alguien de borrar, bloquear o suprimir información personal que considera obsoleta o no relevante. En septiembre de 2014, Google ya había recibido 120 mil solicitudes de europeos para retirar datos.

Aunque el proceso para llevarlo a cabo no ha sido sencillo. “En Francia los tribunales fallaron sobre el derecho al olvido y ¿qué es lo que ha hecho Google? Que vas a google.fr y no está la información, pero si lo buscas en Google.com o cualquier otro, aparece. No queda en nada”, dice Martinich. Mientras que Martínez explica que técnicamente Google borra la indexación de la información, pero ésta sigue en la red.

En Chile, desde junio del año pasado hay en el Congreso un proyecto de ley para regular este tema. Aunque, basándose en la experiencia europea, Martinich no se muestra muy optimista: “Si alguna vez en Chile sale una ley que ordene quitar un nombre del buscador, Google lo va a quitar de Google.cl, pero si lo buscas desde el de otros países los vas a encontrar igual. Tendría que haber una especie de fallo de la ONU a nivel mundial para que funcione”, remata.

Fuente: La tercera

 

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